Es una de las últimas novelas de Aramburu y nos vuelve a trasladar a Euskadi. En esta obra, aunque no aparece el terrorismo ni a la ideología de ETA, nos acerca a una tragedia real, como fue la explosión en 1980 en un colegio de Ortuella por un problema de mantenimiento y acumulación de gas y donde murieron cincuenta niños.
Aramburu vuelve a removernos con otra historia de supervivencia y resiliencia del ser humano que, pese a la pérdida de un hijo o un nieto, nos muestra que no queda más remedio que seguir adelante. Desde la humanidad, con ternura y comicidad nos lleva a las perspectivas de los diferentes personajes y al antes y después de la explosión.
La mayor parte de la novela se posiciona especialmente en esa vida posterior, nos narra la supervivencia del día a día desde la asunción del dolor. Es un libro entrañable donde no se regodea del sufrimiento, y por esa razón es incluso más doloroso leer los testimonios del abuelo y los padres.
Recomiendo mucho esta lectura que, además, mantiene el estilo magistral de Aramburu.
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