Es muy difícil concentrar toda la información sobre ella en una entrada, pero sí que puedo decir brevemente que su aportación a las artes escénicas ha sido imprescindible a la hora de unir danza y teatro como un género único.
Y es que después de haber sufrido los horrores de la Segunda Guerra Mundial en Alemania y de tener que callar a la fuerza, Pina aprendió a expresarse a través de los movimientos que creaba con su cuerpo. Esta necesidad de expresión la llevó a estudiar en las mejores escuelas de danza moderna y años más tarde a formar su propia compañía en Wuppertal.
A través de los movimientos de los brazos, de las miradas tímidas, de la melena suelta y los gestos cotidianos, la compañía fue creando espectáculos impresionantes en los que la puesta en escena iba más allá de lo que el espectador está acostumbrado a ver.
Uno de los libros que mejor lo explica es Pina Bausch. Historias de danza-teatro escrito por Raimund Hoghe, ya que les da voz a los actores, a las interrogaciones que surgen en el proceso y aparta la cortina de algunos espectáculos de la compañía.
Quiero dejar un fragmento de Café Müller, la única obra en la que Pina apareció en escena.
Así que aunque ya es tarde para verla a ella en escena, quien pueda que vaya a ver alguno de los espectáculos que prepara la compañía, porque estoy segura que agradecerá ver una de las maravillas del arte.