lunes, 22 de septiembre de 2014

Dispara, yo ya estoy muerto

      Es difícil no engancharse a las novelas de Julia Navarro después de leer Dime quién soy. Por esta razón escogí Dispara, yo ya estoy muerto sin saber que la novela me iba a abrir las puertas a un mundo que nos resulta muy próximo pero a la vez no terminamos de entender en nuestra sociedad. Ese mundo del que hablo es el conflicto entre palestinos e israelíes.

      Desde el principio, los personajes de la novela funcionan como guía y nos conducen por los senderos del sufrimiento que asaltan a los practicantes de la religión judía, así como la necesidad de encontrar un lugar propio. Junto a este sentimiento, aparecen otros como la tolerancia y el amor hacia los demás que se construyen en el hermanamiento con los árabes antes de que exploten las tensiones entre ambas religiones.

      La novela se va posicionando en los dos puntos de vista para explicar ambas posturas y la dificultad de resolución de la situación. Por lo tanto, es un pretexto para conocer la situación actual, el pasado que ha llevado a la misma, los intereses burocráticos del mundo occidental y las historias de los árabes y judíos que han perdido seres queridos y se han visto involucrados en una guerra que no buscaban.

      Quien haya leído el libro se habrá percatado de la similitud con Dime quién soy en algunas facetas como el recurso del principio pausado y la aceleración final y, especialmente, el significado del título, que no pienso desvelar y quien quiera entenderlo tendrá que leer la novela hasta el final.

     Una novela muy recomendable y necesaria para abrir los ojos a un conflicto que lleva décadas sin resolver y arrasa vidas a diario.

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