jueves, 28 de febrero de 2013

La lluvia en Macondo

"Llovió cuatro años, once meses y dos días. Hubo épocas de llovizna en que todo el mundo se
puso sus ropas de pontifical y se compuso una cara de convaleciente para celebrar la escampada,
pero pronto se acostumbraron a interpretar las pausas como anuncios de recrudecimiento. Se
desempedraba el cielo en unas tempestades de estropicio, y el norte mandaba unos huracanes
que desportillaron techos y derribaron paredes, y desenterraron de raíz las últimas cepas de las
plantaciones. Como ocurrió durante la peste del insomnio, que Úrsula se dio a recordar por
aquellos días, la propia calamidad iba inspirando defensas contra el tedio. Aureliano Segundo fue
uno de los que más hicieron para no dejarse vencer por la ociosidad. Había ido a la casa por
algún asunto casual la noche en que el señor Brown convocó la tormenta, y Fernanda traté de
auxiliarlo con un paraguas medio desvarillado que encontré en un armario. «No hace falta -dijo
él-. Me quedo aquí hasta que escampe.» No era, por supuesto, un compromiso ineludible, pero
estuvo a punto de cumplirlo al pie de la letra."


Gabriel García Márquez .
Cien Años de Soledad, Cap. XVI.

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